Quién no ha tenido alguna vez una erupción en la piel sin aparente motivo, nauseas frente a un viaje o cambio de trabajo, quien no ha “tropezado con la misma piedra” sin comprender el por qué. Todos estos son ejemplos de síntomas. Pero, ¿qué entendemos por síntoma? Desde el psicoanálisis un síntoma es una formación del inconsciente, al igual que el acto fallido, el chiste o los sueños. Sin embargo, a diferencia de ellos que son fugaces, el síntoma tiene cierta perdurabilidad e implica un sufrimiento, un malestar para la persona que lo padece. El síntoma sería el resultado de la represión, una especie de “solución” que evitaría que la angustia arrase o invada al sujeto. Freud, descubrió que en cada síntoma hay un saber oculto, hay un sentido donde se ve un sin sentido, un absurdo. Sin embargo, no resulta fácil aceptar lo que produjo ese síntoma porque se trata de un saber acerca del cual en realidad no queremos saber nada. El síntoma aparece, entonces, como una manera de enmascarar ese saber que produce horror protegiendo al sujeto.
Freud
sostenía que se debía encontrar el sentido inconsciente de los síntomas y
develarlo al paciente, en contraposición, Lacan plantea que la interpretación
se relaciona con un enigma, donde es el propio paciente quien deberá darle un
sentido. Finalmente, podemos mencionar que el psicoanálisis no se propone la
supresión o desaparición de los síntomas sino su despliegue y en consecuencia,
la transformación del síntoma reduciendo el sufrimiento del sujeto.
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